jueves, 11 de agosto de 2011

Tener una necesidad es útil. Nos pone en movimiento para satisfacer esa necesidad.
Tener un deseo es más potente aún. Cuando deseamos algo con el alma, cada célula de nuestro cuerpo se esfuerza por lograrlo.
Tener un sueño es algo de una fuerza casi sobrenatural. Nos esforzamos durante días, meses, años, par alcanzar ese sueño. Un sueño que nos puede cambiar la vida.
Pero necesidades, deseos y sueños son pequeños al lado de la utopía. Tener una utopía es algo superior, algo vital. Una necesidad, un deseo, un sueño, pueden cambiar nuestra vida, pero una utopía puede cambiar el mundo. Y para bien o para mal, esa es la utopía de todos.
Las utopías, como dice Eduardo Galeano, la utopía esta en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Pero entonces uno se pregunta, ¿para qué sirve la utopía si siempre se aleja? Para eso sirve, para caminar.
Para tener una utopía hay que tener fe, para creer que eso que deseamos es posible. Una utopía, por definición, es algo que no existe, un puerto inalcanzable, pero necesario para viajar.
La utopía es una llamada a la ilusión, al inconformismo, a la rebeldía, al compromiso. La utopía es una llamada a la esperanza. Por eso, para cambiar el mundo, es tan necesaria.

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